Al servicio de la Caridad

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Industrial solidaria: los aprendices se benefician de su iniciativa

La fábrica de medias de seda prospera rápidamente. Muchos jóvenes aprendices, casi niños, se benefician de la caridad inteligente de Marie Poussepin, esta mujer que todo lo prevé y organiza y que sabe ir más allá de la justicia de la ley. Les enseña el arte del tejido, les ofrece habitación, comida y cuanto hace falta para su sustento, les enseña a leer y escribir, como se hace en otros talleres donde hay aprendices. Pero adopta una iniciativa excepcional en su tiempo: como a los chicos no se les puede imponer un trabajo fijo, sus familias deben pagar un alto precio por el aprendizaje. Esta cantidad es onerosa para los más pobres, Marie lo comprende y les proporciona cuanto comporta el aprendizaje de forma gratuita o de acuerdo con sus posibilidades económicas.

Claude padre, muere en Dourdan en 1683 y deja todo en manos de Marie. Los años pasados frente a la fábrica, su trabajo con los aprendices, las orientaciones de su tío Jean Lefèbvre, también industrial del tejido de seda y lana, y su gran visión de futuro, la llevan a intuir que el negocio debe crecer y actualizarse de manera acorde con las nuevas tecnologías, nacidas de la primera Revolución Industrial inglesa, y que a finales del siglo XVII dejan su impronta en Francia.

Compra nuevas máquinas para el taller, trae instructores competentes para enseñar su manejo, introduce modificaciones importantes que actualizan y mejoran los contratos con los aprendices, ahora mayores de catorce años, establece entre ellos una sana emulación fijándoles un trabajo semanal mínimo y una retribución proporcional por el trabajo suplementario. La industria de tejidos de Dourdan llega a ser, con la introducción de las máquinas, la segunda de Francia, después de la de París.